Mark Oliver Everet, Mr. E, sigue velocidad y rumbo. Si te adentras en su mundo comprenderás la magnitud del personaje en cuestión. Os recomendamos esa especie de biografía que hizo hace una década bajo el título de "Cosas que los nietos deberían saber" y que debería de ser de lectura obligada. Todo un alegato a la vida.
Es el creador de auténticos himnos que no son capaces de consumir la gran masa, pero que a nuestra inmensa minoría nos alegra los días tristes o esos en los que la nada absoluta te invade y sales victorioso con una de sus composiciones. Y es que Mark te puede erizar la piel con momentos de dos minutos como "A line in the dirt" y quedarse tan ancho o subirte a veinte metros del suelo con trallazos como "What´s a Fella Goota Do".
Él es así. Capaz de contarte la vida cotidiana, esa tan aburrida y asquerosa que a veces nos ronda, con su voz áspera envuelta en papel celofán de colores o en caramelos agridulces.
Y con su "Extreme Witchcraft" ha vuelto a hacer lo que más nos gusta. Retornar a lo que ya hizo de alguna manera en 2001 con "Souljacker", el que por aquel entonces era su cuarto disco y daba un puñetazo en la mesa. John Parish fue un pilar fundamental del trabajo en cuestión, pero desde entonces sus talentos no se volvieron a cruzar.
Después de su anterior álbum, "Earth to Dora" y del que esperábamos quizás algo más, Eels vuelve a contar con Parish. La ecuación es fácil ¿La segunda parte de Souljacker? Hombre...llamarlo así sonaría muy simple. Pero creemos que a Mark siempre le quedó la espinita de volver a hacer algo juntos. Y que mejor momento que este, en el que la pandemia nos ha hecho recapacitar a todos y hacer balance de nuestras vidas.
A Mark le faltaba otro disco así. Ciero que tuvo momentos inspiradísimos como la de sacar en año y medio tres obras memorables como "Hombre Lobo" en 2010, (quizás su mejor trabajo de los últimos 15 años) y "End Times" y "Tomorrow Morning" en 2010. Una ingente explosión de creatividad en apenas 18 meses, hazaña que está al alcance de esos pocos elegidos.
De "Exteme Witchcraft", grandioso título, Mark parece que escapa de ese intimismo de "Earth to Dora" o incluso de la eperimentación de su "The Desconsruction" de 2018, otro álbum en cierto modo fallido. Aquí se vuelve a adentrar de lleno en ese rock que tanto le gusta y que en los últimos años sólo lo podíamos escuchar en sus actuaciones en directo.
"Strawberrys and Popcorn" suena como uno de sus clásicos de finales de los 90 y en el que nos explica "La inspiración original para ese título fue tener un niño pequeño -estoy seguro de que muchos padres pueden identificarse-, a veces te olvidas de alimentarte y una noche me di cuenta de que no había cenado nada y estaba demasiado cansado para preparar algo, así que miré a la encimera de la cocina y vi el bol de palomitas de maíz y fresas a medio comer de mi hijo de antes y pensé "a la mierda, voy a comer eso para cenar". Lo cual tengo que decir que fue una combinación maravillosa. Realmente dulce y sabrosa, la recomendaría".
12 canciones en apenas 38 minutos que no te van a dejar indifrente. Aunténticos himnos como "The Magic" (el mejor tema del álbum) o "Steam Engine", dos ejercicios de poderío guitarrero marca de la casa. O su "Good Night on Earth", tema con el que abre el disco y nos presenta todas las pistas por las que va a discurrir este trabajo. Primer single y en el que ya vemos que el espíritu de "Souljacker" vuelve a estar presente en maravillas como "Amateur Hour".
Y es ahí cuando nos frotamos las manos. Mark vuelve con todo su poderío. Nos gusta mucho la versión intimista de Eels, pero ésta de baterías potentes, guitarras distorsionadas y melodías pegadizas también. La grandeza de Mark reside en haber hecho siempre lo que le vino en gana, manteniendo intacta esa capacidad de seguir enamorándonos 26 años después y 14 álbumes de estudio a sus espaldas. Un genio.
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